En juego amistoso de softball entre el Ejército y la Guardia Nacional, a Chávez lo ponchan, como pitcher le meten seis carreras en un solo ining y nunca pasó de primera. Cualquier parecido con la realidad política nacional, no es mera coincidencia
¿Vieron a través de la señal de la televisora Social Tves, justo al siguiente día de la final Caracas Magallanes, el partido de softbol entre el Ejército Nacional (representado por todo el tren ejecutivo ministerial a la cabeza del propio Hugo Chávez) y los efectivos de la Guardia Bolivariana Nacional? De antología…
Para empezar debo contar que esa noche del sábado 30 de enero llegué a mi casa y encontré a mis dos hijos varones destornillados de la risa disfrutando del partido a cuya cabeza figuraba el presidente de la república, Hugo Chávez, comandante en jefe de nuestras fuerzas armadas. Mis hijos, ya expertos en disfrutar del buen béisbol al que nos tienen acostumbrados nuestros bien cotizados jugadores, reían a mandíbula batiente. Entre sus amigos se llamaban y pasaban mensajes de textos para que todos pudieran ser partícipes de la comedia. Yo en cambio, me senté incrédula ante el espectáculo y casi rompo en llanto, pues aquello en efecto era toda una comedia, pero en el sentido clásico de la comedia griega como género dramático, tal como Aristófanes nos la introdujo: caústica, dura crítica a una sociedad decadente, en franca putrefacción. El supuesto amisto Ejército- Guardia Bolivariana no era otra cosa más que la parodia de la tragedia nacional que vive Venezuela con este desgobierno agonizante que se refugia desesperadamente en el circo para tratar de salvarse del repudio popular.
Ver al presidente de la nación, quien se supone es el comandante en jefe de las fuerzas armadas de tu país, en una pantomima escenificada con buena parte de sus ministros, todos ataviados de indumentaria deportiva con unas figuras y cuerpos nada atléticos y deportivos, enfrentados dizque en un duelo pelotero contra los “efectivos” de la Guardia Nacional, esos que se suponen deben custodiar nuestras fronteras (para finalmente encontrarnos rodeados de paramilitares y guerrilleros –según confesión del propio ministro Tareck El Aissami-), esos a los que les toca vigilar nuestras acabalas y puntos de control (para que los productos Mercal y nuestra gasolina ecológica se encuentren más baratos y mejor abastecidos en Cucutá y Maicao que acá), resulta algo más que una tragedia griega. Peor aún, es una tragicomedia de pésima manufactura, cercana al drama de una nación en decadencia al punto de un colapso sin precedentes. Mucho circo y nada de pan….mucho payaso y poca cotufa.
Ciertamente, ver al presidente Chávez poncharse efectivamente en un partido y no en la metáfora humorística de nuestro pueblo, es motivo de risa definitiva; ver cómo no puede ni siquiera llegar a primera, ver cómo se le hace fácilmente un out, ver cómo no puede más con su propio cuerpo ni con el equipo que dirige, que es vano todo su esfuerzo por tratar de correr, de llegar “safe”, de salvarse, de llegar a home con hidalguía, de convencernos que todavía él puede.
Sí, mis hijos tienen toda la razón, es motivo de profunda risa ver al ministro Dios Dado Cabello con unos coquetos guantes rosados cometer errores tras errores. Da risa ver través de la televisión, aquellas obesas figuras propias de quienes solo sirven para libar mucha cerveza y buen escocés, intentar hacer el mejor de sus esfuerzos y abanicar cuando menos con el estilo de los grandes bateadores cada vez que le cantan un strike. Estaban en lo cierto mis hijos y sus amigos. Pero más allá de la risa, ese partido entre el gloriosos ejército venezolano y la guardia nacional fue algo más que una payasada improvisada del presidente Chávez y su equipo de ministros. Eso fue, ni más ni menos, que la escenificación burlesca de nuestro drama como nación: un equipo a la deriva, sin entrenamiento ni preparación, un atajo de expertos en errores, de incapaces con los bolsillos llenos de dólares pero carentes de soluciones para conducirnos al triunfo, al éxito. Mucho uniforme, mucha pinta, mucho guantes rosados pero absoluta incapacidad, impericia, falta de condiciones para salir al ruedo, a escena….
No puedo terminar esta reflexión sin antes recapitular el fin de la tragicomedia presidencial del sábado en la noche, cuando Chávez no pudiendo más con el ridículo papel de corredor que no nunca pasó de primera , se le ocurrió repentinamente la infeliz idea de ponerse a pitchear. Aquel desaguisado se tornó entonces en espectáculo grotesco, nauseabundo, todo un agravio a la inteligencia y a la razón, a la honra beisbolística nacional. A Chávez como pitcher le metieron seis carreras en un solo ining. Si quería demostrar que no estaba ponchao, demostró a su pesar, que fácilmente se le puede caer a batazo, a batazo limpio, que no sirve ni de pitcher, ni de corredor ni de manager. Y de nuevo acá el parangón con el drama nacional: Es así como nos ha venido gobernando en estos once años, a fuerza de ponches, out y sin poder cantar él un strike. Valga el simil para decir a viva voz: el presidente está desnudo.
Ahora comprenderán el por qué la cadena dominical del Aló Presidente la inició Chávez con una abierta manifestación de su mitomanía patológica, su afán de contar una épica inexistente, una gloria que jamás vivió ni vive. Inició su Aló Presidente diciendo que él había sido toda su vida un buen pitcher, un extraordinario pitcher, pero que en algún momento (para desgracia de la humanidad) se lesionó y de allí para acá no ha podido volver a pitchear bien. Piaste tarde pajarito!!! De eso ya nos hemos dado cuenta todos los venezolanos, y así como tus soldados te meten strikes, te meten carreras, nosotros te vamos a meter votos!.
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