domingo, 6 de diciembre de 2009

LA COLUMNA CENSURADA


Análisis/
REGRESAN LAS BARRAGANAS
por Teresita Jiménez Flores
terejim69@hotmail.com

ACLARATORIA A MIS LECTORES: El siguiente contenido no encontró cabida en ninguno de los diarios del estado Trujillo. Hoy la comparto con ustedes a fin de conocer sus impresiones sobre el texto. ¿Algún exceso? ¿alguna mentira? ¿Lenguaje imapropiado? ¿Términos destemplado y soeces? Usted responda....Recuerden que espero sus comentarios TJF 06-12-2009

Uno de los signos más indelebles de la descomposición que carcomía a la democracia bipartidista venezolana antes de la llegada de Chávez al poder fue la impunidad con la cual muchos gobernantes y mandatarios instauraban a sus barraganas en funciones públicas descollantes, lo cual trajo consigo toda una estela de corruptelas, tráfico de influencias y abuso de poder. Célebres fueron los excesos protagonizados por el ex presidente Jaime Lusinchi y su secretaria privada Blanca Ibáñez en el quinquenio de 1983-1988, hecho que obligó a Luis Piñerúa Ordaz, dirigente político del propio partido de gobierno, a denunciar lo que en su opinión fue el barraganato más corrupto y descarado de toda la historia política venezolana. Finalizado su gobierno, Jaime Lusinchi se casó con Blanca Ibáñez y hoy día viven en Miami cómoda y holgadamente, con negocios prósperos y niveles de vida privilegiados.
Si algo le faltaba a esta Quinta República chavista para terminar de emular la corrupción e ineficiencia de los gobiernos adeco-copeyanos de otrora era la aparición triunfante y descarada del barraganato. Ya se han oído algunas voces críticas procedentes del mismo sector oficialista sobre la presencia de este fenómeno político estrechamente vinculado a la malversación de fondos públicos. La reacción de la opinión pública frente a la denuncia de un nuevo barraganato ha sido extrañamente pasiva y ello podría ser manifestación de un inusual temor a contravenir a los gobernantes. Cuando existe ese temor frente a un mandatario y producto de ello nos inhibimos de criticar y protestar, dejamos de ser ciudadanos para convertirnos en súbditos, tal cual como en las monarquías del medio evo.
En días recientes, el ex gobernador Gilmer Viloria habló de la existencia en el Estado Trujillo de un barraganato al mejor estilo “puntofijista” y dos fueron las reacciones en la opinión pública local: por un lado un silencio cómplice y complaciente pasmoso, y el segundo, un bravata furibunda dispuesta a inmolarse en defensa de los supuestos agraviados. Ambas reacciones son de un paroxismo agobiante, en especial la de quienes se rasgaron las vestiduras y armaron un escándalo como si de una injuria se tratara. ¿Dónde está el agravio? ¿Cuál fue la ofensa? ¿Acaso en el uso del término barraganato, que alude a la barragana y al abarraganado?
MÁS BARRAGANA SERÁS TÚ!!!
La palabra barragana puede que suene fea, pero no constituye ninguna ofensa ni insulto en sí, excepto que algún cargo de conciencia o complejo de culpa te obligue a entenderlo de esa manera. Barragana y barraganato son términos jurídicos con siglos de existencia en los estudios legales de la tradición hispana. Los mismos forman parte del celebérrimo tratado de Alfonso El Sabio en el siglo 13, bautizado con el título de “Las siete partidas”. Claro, entiendo que esto pueda resultar demasiado complejo para un gobernante que se ha declarado abierta y públicamente analfabeta funcional (“Yo ya sé leer y escribir y eso es suficiente”), pero urge precisar en el tema dado que en buena medida ello forma parte de una gestión pública limpia y eficiente.
En Las Siete Partidas Alfonso El Sabio incorpora el término de barragana para designar a la amante o concubina del señor ya legalmente casado. Por su parte, el barraganato se refiere a cuando la amante o concubina de un gobernante asume funciones de poder o se inmiscuye en las funciones públicas inherentes al cargo que ocupa el mandatario, es decir, el “abarraganado”. El Diccionario de la Real Academia dice a secas que significa “concubina”, término éste que en Venezuela no constituye ningún delito.
Desconozco qué tipo de relación existe entre el ciudadano Gobernador Hugo Cabezas y la “compatriota” Angie Quintana, pero lo cierto es que nuestro mandatario regional está legalmente casado con la ciudadana Mónica Carolina Hidalgo Hernández, y es ella quien debiera figurar como Primera Dama del estado Trujillo, en tanto que no se trata de un cargo sino del título que se le otorga a la esposa del mandatario. Se especula que la pareja está diligenciando un divorcio, pero según consta en documento público emanado de un tribunal capitalino, el Gobernador y su señora esposa desistieron en marzo de este año del 2009 de la separación de cuerpos y bienes introducida por ellos en julio del 2008, alegando reconciliación. O sea, nuestro gobernador está feliz y legalmente casado con Mónica Hidalgo. ¿Por qué no figura ella como Primera Dama? Por cierto, Angie Quintana comenzo su vida de funcionario público siendo la secretaria privada de l gobernador Hugo Cabezas, hoy día es la directora regional del Instituto de la mujer.
Estos asuntos, que bien podrían ser considerados como parte de la vida privada de todo ciudadano o ciudadana, en el caso de un gobernante pasan a formar parte de la espera pública o asuntos públicos por la sencilla razón de que nuestras leyes prohíben a las esposas de los gobernantes a contratar con el Estado, pero a las barraganas no. Por ejemplo, se especula que mientras Carlos Andrés Pérez fue presidente, Cecilia Matos, su eterna compañera sentimental, celebraba contratos con la nación. Por su parte, Blanca Ibáñez, a título de Secretaria Privada concentró tal poder, que las promociones de grados de militares llevaban su nombre, ella decidía quien ascendía y quien no (me pregunto ¿Y dónde estaba Chávez mientras todo esto ocurría? O formaba parte de la comparsa –lo más probable- o conspiraba. En todo caso ambas opciones son contradictorias a la luz de su discurso actual).
Cuando algunos periódicos y periodistas nos sumamos a la denuncia del barraganato, la ira de la señora Ibáñez cobró venganza al otorgar dólares preferenciales para la importación de papel periódicos sólo a aquellas empresas periodísticas solidarias a su causa, como el Diario Panorama de Maracaibo, que fue fiel y leal durante los cinco años del gobierno de Jaime Lusinchi, y hoy día extrañamente está convertido en el adalid de la prensa socialista de la Quinta república, devenida ahora en socialismo del siglo XXI. Diarios como El Nacional se la vieron negras en esos días, pues en su caso, fue el único periódico capitalino que se atrevió a reseñar la rueda de prensa que ofreció la esposa legítima de Jaime Lusinchi para denunciar los atropellos que se cometían en su contra como Primera Dama. Recuerdo igualmente, que los movimientos feministas de izquierda de ese entonces se cuadraron con Doña Gladis de Lusinchi y publicaron un documento de solidaridad absoluta con la agraviada esposa. Muchas de esas feministas militan hoy día con el proceso revolucionario chavista. ¿Qué dirán si se enteran de la existencia hoy día, en pleno proceso revolucionario, de un caso similar al de la Venezuela corrupta y viciada de la cuarta república? ¿Qué dirían?